En un acto singular, que  bien podría considerarse como una  explicación no pedida, el Presidente Calderón informó por escrito a  la Nación de las bondades y razones de su muy particular manera de  enfrentar al crimen organizado del país.
Después de aclarar que en realidad su guerra contra las drogas era  una guerra contra el crimen organizado (¿Y dónde quedaron las drogas que  no llegaron a nuestros hijos, motivo sentimental de su política general  al inicio de su mandato?) procede a exculparse a sí mismo de cualquier  responsabilidad. “La culpa es de otros” explica, y atribuye todos  nuestros males a un pasado de gobernantes tolerantes y desidiosos, a la  voracidad norteamericana por las drogas ilegales, a la corrupción  heredada de nuestro sistema político y al perverso tráfico de armas  permitido por nuestros vecinos del norte.
El Presidente se queja, también, que cada vez menos gente entienda y  festeje que los signos de la victoria se encuentran en los 22,700  muertos que ha producido su estrategia en poco más de tres años; en el  miedo generalizado de la población ante su vulnerabilidad constante, ya  sea ante delincuentes o autoridades; en el aumento de 300% de las  violaciones de derechos humanos cometidas atribuidas al ejército [1]; en el  ascenso imparable del consumo de drogas duras en el país, o en el  abierto desmantelamiento de las garantías individuales. Puras buenas  noticias a los ojos de nuestro mandatario.
Y para apuntalar sus dicho, el Presidente se vanagloria de sus  extensos logros: armas decomisadas, cargamentos de drogas asegurados,  debilitamiento de las estructuras logísticas de las redes  delincuenciales, personas detenidas, fortalecimiento de cuerpos de  seguridad y justicia (¿¿??)… amén de la reforma judicial, que aún no  opera; de su programa de espacios públicos recuperados y de la  instalación de más de 300 Centros Nueva Vida, todos los cuales sólo  existen en el papel… es decir, el Presidente se vanagloria de  indicadores que nada tienen que ver con la vida cotidiana de las  personas, ni con la realidad que enfrentamos y en la que debemos  sobrevivir.
Lamentablemente, el Presidente -tal vez por falta de espacio-, no nos  informa de cuándo o cómo podría terminar esta pesadilla. Y después de  amenazarnos veladamente con un “están conmigo o con el crimen  organizado”, nos pide un voto de confianza para sus buenas intenciones,  al tiempo que grita desesperadamente a quien lo quiera escuchar: “Manden  más armas y dinero, que estamos ganando”.
Jorge Hernández Tinajero. Presidente del Colectivo  por una Política Integral hacia las Drogas (CUPHID)
[1]  “El ejército representa hoy por hoy el número uno de quejas en la  Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). 1800 fueron el año pasado,  con 30 recomendaciones con motivo de diversos hechos que van desde la  tortura, cateos ilegales, desapariciones forzadas e inclusive  ejecuciones en contra de personas”. 
Raúl Plascencia. Ombudsman nacional. Universidad Autonoma de Baja  California (UABC) campus Tijuana.
 13 / mayo / 2010
http://redaccion.nexos.com.mx/?p=1625 
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