La noche del 4 de julio del presente se dio atención a un reporte ciudadano de actividad sospechosa en el bosque que se encuentra sobre la carretera a Chignahuapan, no encontrando ninguna irregularidad. Al chequeo fue la Policía Municipal y la Guardia Nacional, quienes ofrecieron su apoyo a los dueños del predio forestal. Desafortunadamente ese día nadie vio lo que sucedió, pues al otro día el guardabosques se percató del daño que hicieron los delincuentes. Cortaron 10 árboles de ocote blanco y colorado que tenían aproximadamente 60 años de vida y eran de los pocos sobrevivientes de esa edad, tenían en promedio un diámetro de 80 cms. y una altura de 30 mts. aproximadamente; además de que sus semillas aún dejaban que la naturaleza hiciera su trabajo.
A decir de los dueños, de los árboles que se han reforestado su edad no les alcanzará a verlos de ese tamaño, en caso de que los delincuentes dejen que crezcan, y solamente la siguiente generación podría disfrutar de la majestuosidad de árboles así. Todos los árboles de ese tipo han sido robados de ese bosque, dejándolo herido.
Pero no sólo son 10 árboles, también dañaron a los pequeños árboles, hiriéndolos gravemente o interrumpiendo su vida, dañaron toda la flora que hay alrededor de los árboles talados, interrumpieron el ciclo de vida de ese pequeño hábitat y así es en todos los bosques que sufren este tipo de agresiones.
No podemos echarle la culpa al gobierno, tampoco a los policías, no hay más culpable que el que va y los roba. Desafortunadamente este tipo de actos también dañan la vida del hombre y aceleran el proceso del cambio climático que tanto daño hace al hombre por culpa del hombre. Nadie es eterno, pero tampoco nadie está sólo en este planeta.
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