¡Fraude! ¡Fraude! ¡Fraude! Se escuchó al dar a conocer a la ganadora. No hay que darle importancia a este grito y mucho menos a la ganadora, no hay que darla porque a fin de cuentas, durante el año, esa labor social que se supone debería desarrollar la Señorita, no se logra. Es decir, la que fuera Reina lo sería por diez días y no más.
Salen todas bailando, al estilo "Las Vegas", tomadas de un bastón que las llevaba al compás de la música. Salieron presumiendo una sonrisa de nervios, olvidando los pasos que durante más de un mes practicaron, olvidando que el rostro debe estar para el público y no para el suelo o las otras participantes. Al fin salieron.
Las porras también salieron, unas más gritonas que otras, las cuales a veces no se escuchaban. ¡No dejan ver! ¿Qué iban a ver? Luego de ese primer número, un ballet de Chiautempan, cuatro damas e igual número de caballeros; bailaron un waltz que también les permitió mostrar los nervios provocados por el público.
Regresaron las candidatas, más coquetas, seguras, sensuales. Un ojo se cerraba para un juez, la cadera se contoneaba más, una pierna salía más de lo necesario, el escote se hacía notable, la sonrisa honesta se ausentaba y daba paso al gesto de seducción.
Los jueces, 'frágiles' y no, calificaban serenamente y sin ninguna presión. El presidente municipal (esta vez no asistió Fox), sólo se imaginaba lo que podía gestionar con alguna de esas damas. Y el centro expositor, a menos de la mitad de lleno.
Para no hacer tanto alarde, y después de preguntas absurdas con respuestas igualmente absurdas, sale la ganadora de cinco finalistas: Rosita. Gritaron fuerte: ¡Fraude!
Más o menos así estuvo el asunto, sin un final más feliz.
De la cerveza no preguntamos el precio, pero en otro evento lo hacemos, para que vayan ahorrando y se pasen más rápido las horas.
Por Carro Gris
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