Por Minerva Hernández Ramos
jueves, 15 de abril de 2010
Las adicciones a las drogas, el alcohol y otras sustancias representan un grave problema de salud pública que aumenta día con día.
A medida que este mal se extiende lo hacen también otros problemas igual de preocupantes como la violencia, la criminalidad, la desintegración familiar, los suicidios, entre muchos otros flagelos que han contribuido a la descomposición de nuestra sociedad.
Las adicciones no representan sólo un trastorno, sino que traen consigo gran cantidad de problemas médicos y comunitarios asociados, en los ámbitos individual, familiar y social.
De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Adicciones, en la República Mexicana alrededor de 3.5 millones de personas, entre los 12 y los 65 años de edad, han utilizado drogas alguna vez en su vida, sin incluir al tabaco y al alcohol.
Conforme a la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic), los jóvenes empiezan a consumir por curiosidad sustancias legales como el tabaco y el alcohol. Tristemente, a esa edad, muchos adolescentes inician el consumo de drogas, aumentándose el riesgo 65 veces más comparado con personas que no fuman o beben.
En nuestro país, el abuso en el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias representa un importante problema de salud pública, que si bien es cierto ataca a personas de todas las edades y estratos sociales, uno de los grupos más vulnerables es el de los jóvenes.
Los resultados de las encuestas realizadas en México indican, además, que el abuso de alcohol ocupa el primer lugar, el tabaco el segundo y el abuso de drogas ilegales el tercero en cuanto a la extensión de su abuso y consecuencias.
Evidentemente, las adicciones en nuestro país se han constituido en una grave amenaza para el bienestar y la cohesión social. El aumento de las adicciones incrementa la violencia, especialmente en las ciudades. De acuerdo con cifras oficiales, continúa a la alza el índice de robos, asaltos y accidentes en que los protagonistas se encuentran bajo el influjo de alguna droga.
Los efectos sociales de las adicciones se ven reflejados en el aumento de la violencia en todas sus vertientes, la comisión de delitos y la pérdida de productividad y competitividad de la economía.
Diversos especialistas han señalado que nuestro país debe triplicar los 700 millones de pesos destinados en el presupuesto a los programas de atención y prevención de adicciones, debido a que "no se está invirtiendo el suficiente dinero". Hoy en día, coinciden los expertos los recursos aplicados no atienden la necesidad integral del problema, ni están programados para hacerlo.
Si no actuamos con celeridad, en la creación de nuevos programas y mejores campañas contra las adicciones, el panorama que nos espera es desolador, no solamente la población más vulnerable al abuso de drogas, -nuestros jóvenes- seguirá aumentando en números absolutos, sino que además, habrá más personas con nuevos problemas.
Los ricos tendrán más recursos para consumir drogas, pero los pobres tendrán más problemas, pues cada vez consumirán más drogas de menor calidad y a los problemas inherentes a la pobreza se le sumarán aquellos derivados del abuso de sustancias.
Ante este panorama, no debemos cerrar los ojos a una realidad que nos está rebasando, a una realidad que si no enfrentamos de forma enérgica y decidida, va a terminar por poner ante nuestros ojos, a nuestros hijos, en una situación de decadencia irreversible.
Sólo con el trabajo conjunto de todas las instituciones y la sociedad civil, lograremos mejores resultados contra este fenómeno social que nos afecta a todos.
Ante este panorama, no debemos cerrar los ojos a una realidad que nos está rebasando, a una realidad que si no enfrentamos de forma enérgica y decidida, va a terminar por poner ante nuestros ojos, a nuestros hijos, en una situación de decadencia irreversible.
Sólo con el trabajo conjunto de todas las instituciones y la sociedad civil, lograremos mejores resultados contra este fenómeno social que nos afecta a todos.
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