02 marzo 2009

Presidencialismo “Surrealístico”

Por Jorge Esteban López García

“No soy racista” fue de las primeras palabras de Manuel Sosa Salinas como edil, que parece ser el mejor de los alumnos de Vicente Fox y seguramente lo ha superado. La que cité se dio en el contexto de la problemática de seguridad que en la primera semana de su mandato surgió, donde la “polecía” después de las diez de la noche y sin avisar, amenazó a todo aquél que encontrara en la calle con llevarlo a la cárcel, cumpliendo en muchas ocasiones.
Sin justificación, o por el simple hecho de caminar en la vía pública, algunos eran trepados a las patrullas. La comandancia se encontraba habitada de adolescentes, adultos y ancianos, y como el edil “no es racista”, arrasó con hombres y mujeres.
La palabra racista para él siempre significó desprecio por los otros; es decir, por los borrachos, por los indigentes, por los noctámbulos, por todo aquél que fuera sospechoso de caminar sin llevar un letrero que dijera: Soy amigo y voté por Salinas.
La llegada de nuestro actual presidente municipal es accidentada, bajo serios problemas legales y económicos, bajo terquedades y uno que otro favor para obtener el poder. Este no es una artículo que trate de ofender a la persona humilde, católica, piadosa que es Manuel Sosa Salinas, más bien es una artículo de opinión que critica al edil de Tlaxco.
Días después de perder la elección del 2004 con su antecesor Silvestre Velásquez Guevara (ayuntamiento 2005-2008), el magnate de los quesos salía a la calle, cabizbajo y con la ropa sucia. A veces se le encontraba haciendo la parada a los autobuses en la maquinita -en la Cd. de Apizaco-, en donde subía sus cajas de mercancía y se le notaba descompuesto, sin rasurar, hacía recordar al mesías torturado.
Después de perder ese sufragio y pelearlo hasta la última instancia, no era aquél que sonriente paseaba en su convertible verde, que se presentaba a las fiestas religiosas con ese orgullo que siempre caracterizó al gran padrino, ¡no!, sólo era Manuel Sosa Salinas, dueño de las queserías Tlaxco.
A causa de esos gastos, “La Casa del Pastel”, como le llama el pueblo a su vivienda, quedó inconclusa por los gastos de campaña. Sólo le alcanzó para poner la pintura de oro en los decorados y los candelabros de lujo.
Llegando las elecciones del 2007, esa personalidad deprimida desapareció. Regresó a ser el padrino de bautizos, primeras comuniones, bodas, fiestas religiosas, etc. Todo esto le generó amistades y votos, también su regreso a la vida pública, a la batalla por Tlaxco.
“Porque soy de Tlaxco” proporcionó una puerta escandalosa a la gran campaña por el ayuntamiento 2008-2011. Frase que le sirvió para neutralizar la del otro candidato favorito: “Tu Amigo…”, y también para iniciar el discurso de su carrera como presidente municipal.
Terco por ingresar a la galería de hombres ilustres de Tlaxco, adelgazó su cartera haciendo lo imposible por triunfar. Habló mal de sus competidores y se hizo la víctima de ellos, prometió investigar las cuentas del ayuntamiento saliente y castigar los delitos cometidos. Planteó su proyecto y dijo que administrar un municipio es tan fácil como estar al frente de un negocio.
Con estas palabras la gente le dio su confianza y fe ciega. Logró su objetivo y, sin control, tomó la oficina con arrebato y al ayuntamiento lo tomó como a un trofeo. De inmediato, sin informar a nadie, ordena que después de las diez de la noche todo aquél que esté en la calle será sospechoso, según él, “para evitar delitos y venta de drogas.” Aún así, a los bares, depósitos de cerveza y expendios de vino, les permitían abrir (sobre todo al de la hermana de su chofer).
Algunas personas se acercaron a él personalmente para pedirle una explicación e instrucciones, pero no siempre hubo fortuna, a veces no estaba en la oficina. Cuando se dio la oportunidad de platicar, arguyó que Dios lo protege y aquellos que están en su contra son pecadores, gente mala. También explicó que no puede hacer mal porque sus hijos estudian en el seminario, no puede dañar a nadie, “soy presidente para ayudar al pueblo, no para robarlo.”
De la misma manera, compartió información confidencial sobre la Dirección de Seguridad Pública Municipal, de la cual tenía identificado a un policía que le estaba armando un “complo”. Policía que despidió días más tarde con el pretexto de que faltó tres jornadas, a pesar de que pidió permiso porque enlutó de padre.
En la misma conversación, Sosa Salinas dijo que a pesar de que no llegaba el recurso, de su propio dinero pagó reparaciones para patrullas y equipar la comandancia; así mismo, de sus bolsillos restauró y pintó edificios públicos, banquetas, pavimentos y el parque también lo arregló. Todo esto con dinero propio y sin un interés particular más que el de beneficiar al pueblo.
Al término de esta plática sin éxito, planeada para el tema de seguridad municipal, el mandatario aseguró que no era racista, que no iba buscando a quienes no votaron por él, que no le preocupa este lado del pueblo y que trabajaría para los que confían en su mandato.
Causa de otra polémica fue la compra de camionetas, 19 unidades para el servicio de seguridad pública y presidencias auxiliares. Inconformes, algunos presidentes de comunidad y parte del pueblo manifestaron otro tipo de peticiones: Banquetas, Calles, Alumbrado, Educación, Salud, etc.
En este caso la crítica, tal vez, fue injustificada, pues hay recurso que el ayuntamiento no puede manejar por cuenta propia. Pero donde el pueblo sí se fundamentó, donde se necesitaba hacer una investigación importante, donde se requería exigir a la autoridad, fue cuando el Director de Seguridad Municipal chocó una de las camionetas recién estrenadas. Acá no pasó nada, el olvido se apoderó del cabildo.
Sucesos y más sucesos se amontonaron en la frustración del pueblo: La adquisición de la Suburban Negra, el problema del Tianguis de los jueves, la falta de agua en algunas zonas por la falla de los mecanismos, la ausencia de los homenajes patrios cada lunes, la tardanza en la restauración de las calles principales, la renuncia de personas cercanas a Salinas desde la campaña, la falta de atención personal en las oficinas principales, la renuncia de policías y errores cada vez más fuertes en seguridad, el nepotismo y abuso de poder de parientes cercanos y lejanos, las oportunas e inteligentes opiniones del presidente en un canal local, etc. Situaciones que pintan al munícipe y ayuntamiento de Tlaxco como protagonistas de un cuadro surrealista.
El Sol de Tlaxcala es un testigo de esta definición, pues en últimas fechas rescató un importante descubrimiento científico, hecho por el coordinador de Protección Civil. A los cuestionamientos de un reportero de cómo se entera de la situación del clima en el municipio, él responde: “Cuando hay hielo en el agua hace frío, cuando no, no…”. Así como estas afirmaciones, de este coordinador y de otros funcionarios, se juntaron otras en distintos medios locales.
Tlaxco cumple con la famosa frase de Andrè Breton: “No existe el surrealismo, existe Tlaxco.” Parece que celebro esta situación, pero no, la aborrezco y considero que el municipio empeora. No podemos permitir un Presidente de la República que no sabe qué hacer con el país, menos a un gobernador que favorece ciertos grupos, mucho menos a un Presidente Municipal ignorante.

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