06 junio 2012

La Banda de Música de la Acción Católica

Por Ricardo Fernández De Lara
Allá por el año de 1948, estaba en esta Parroquia como Vicario, el presbítero Manuel Camacho, quien tenía a su cargo un grupo de jóvenes de la Acción Católica (ACJM) y aprovechando el entusiasmo de los mismos, formó una banda de música.
•    Jonás García (Requinto tipo clarinete)
•    Heriberto Delgado (Trompeta)
•    Álvaro Delgado (Barítono)
•    Luis Hernández (Bajo)
•    Anselmo Pineda (Platillos)
•    Miguel Ruiz (Batería)
•    Isidro Carmona (Tarola)
•    Damián Cabrera (Clarinete)
•    Adalberto Carmona (Clarinete)
•    Alberto Hernández (Barítono)
•    Félix Sánchez (Trombón)
•    Francisco Mora (Flautín)
•    Enrique Torres (Trompeta)
•    Arnulfo Rodríguez (Barítono)
•    Andrés Rodríguez (Barítono)
El padre Camacho contrató al maestro de música Rafael Cuatianquiz, que venía de Santa Cruz, Tlax., para que les enseñara a tocar a dichos jóvenes. Los ensayos se llevaban a cabo en la casa que es hoy de Jonás García y más adelante el susodicho maestro llegó a ser cantor de nuestra Parroquia.
Una vez que los miembros de la Banda dominaron la música, comenzó su camino de actuaciones; fueron muy famosos tocando en las fiestas de Tetela de Ocampo (15 de agosto), de Tepeyahualco, Atotonilco, El Peñón, Tocatlán, etc., inclusive llegaron a participar en algunos desfiles cívicos en esta ciudad. (Todo esto no volverá).
La Banda tocó durante 8 años aproximadamente; pero como sucede en muchas cosas buenas, por causas ajenas a la voluntad, como el cambio de domicilio de algunos integrantes, o el haber sido flechados por Cupido llevándolos al matrimonio, o qué sé yo, la banda se desmoronó; aunque Jonás García y Damián Cabrera, continuaron trabajando en la Banda de Música que había En Santa Cruz, Tlax.
Más adelante, algunos de los integrantes de la banda, junto con otros jóvenes, formaron el coro parroquial, integrado así: Jonás García, Beto y su hermano Álvaro Delgado, Alberto y Arnulfo Rodríguez (este fue sacristán en tiempo de Juan Cruz Plascencia), Lupe García, Ángel, Francisco y Román Flores, José Vázquez, Manuel Zamora (hoy párroco de la Basílica de Ocotlán), Lubín Escamilla y otros.
En ese tiempo se tocaba el órgano que se encuentra en el Coro de la Parroquia, el cual data del Siglo XVII y el organista era José González Sánchez (papá de “Tocho”) y como el órgano era de fuelle, los cantores se iban turnando para echar aire.
Se hicieron famosos nuestros cantores (entonces se cantaba en latín), y participaron en muchas celebraciones religiosas, tanto en este lugar como en otros pueblos, siendo uno de ellos Tlatlahuqui, Pue., donde eran invitados cada año a su fiesta patronal. En algunas ocasiones cantaban a tres voces, sobre todo cuando entonaban la Misa del Pontificalis o la de Angelus.
También por esas fechas y en forma paralela, existió un coro de damas formado por “Lucha” y “Carmelita” Montiel, Nila Zamora, Micaela Arroyo, siendo la directora Rosita Mota y la que tocaba el armonio era “Gela” Grant y en algunas ocasiones “El Míster”.
Otras veces, venían violinistas de Santa Ana Chiautempan y apoyados por Don Luis Escobar, quien tocaba el contrabajo, entonaban unas melodías religiosas que hacían más emotivas las celebraciones. (Un caso curioso es que estos violinistas portaban sendos trajes de casimir grano de pólvora y andaban descalzos).
También en esos tiempos, una de las fiestas religiosas más importantes, era el día 1 de julio, “La Preciosa Sangre”. Se llevaba a cabo en el Calvario y el organizador era el matrimonio formado por Don Juan González y Doña Margarita Delgado. El día anterior a la fiesta y por la tarde se llevaban a cabo “Las Vísperas” y en el exterior del templo tocaban el teponaxtle, la chirimía y el tambor. El mero día de la fiesta, Don Juanito traía cantores de Puebla y también traía de México, D.F. unos globos gigantes hechos de papel y una vez terminada la celebración, los inflaban, les encendían una antorcha en forma de círculo en la parte inferior y con el aire y la lumbre, solitos encendían y se leía en estos una frase con letras enormes que decía “Viva la Sangre de Cristo” y al poco tiempo se perdían en el espacio.
Este acto causaba admiración y alegría en el público numeroso ahí reunido y se escuchaban los aplausos fuertes y calurosos y al terminar el espectáculo todo mundo regresaba a su casa, pensando en que al siguiente año se volvería a tener esa vivencia.
¡Qué bonitas tradiciones! y sobre todo en esos tiempos cuando en todas las fiestas los habitantes participaban como si todos formaran una sola familia. ¡Qué viva nuestro Tlaxco!  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Profe. Richard, podria hablar del Equipo Montañez, de la rondalla?

Gracias.

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